viernes, junio 04, 2010

Sucundum sucundum

Lo sé por experiencia: la palabra “pija” en la tapa de un libro obnubila a algunos lectores; y si en el primer capítulo hay sexo explícito, mucho más: algunos dejarán de leerlo con el argumento de que se trata de pura pornografía, como si el sexo o la pija no merecieran un lugar destacado en la literatura; otros, en cambio, avanzarán con la lectura ávidos de momentos calientes y tal vez se sentirán decepcionados cuando descubran que no se trata sólo de correrías sexuales. Mar de pijas es la primera novela de Alejandro Quesada, marplatense nacido en 1974, guionista de televisión. Su narrador es ELDELOSRULOS AMARILLOS, que tras la muerte de la “abuelagorda” que lo crió y con quien vivían juntos, entra al chat, se morbosea, coge y se pajea en todos los rincones de la casa paterna donde quedó viviendo solo: “Por primera vez salgo moviéndola por la casa. Está bien parada. Señala todo: a la muñeca y a sus caniches de porcelana, al gato, a los portarretratos con las fotos de la familia. [...] Si ella sólo hubiera salido a hacer los mandados, yo no me atrevería a tanto”. ELDELOSRULOS... trabaja de mozo en el Cristóbal, donde no gana mucho: la diferencia la hace cogiéndose a pescadores en el puerto. Vive alzado, conoce por la pija a todos sus amigos surfers, y la lista de partenaires sexuales crece día a día: ELDELAMANCHA, ELMUSCULOSOTATUADODELASTILLERO, ELFLACODELINTERIOR, ELTUERTODELPUERTO.

Como contrapunto al desenfreno sexual, MDP nos muestra también una serie de postales de Mar del Plata, tristes, grises, ventosas: en esta novela rara vez brilla el sol. El protagonista vive una racha de pérdidas: además de la muerte de la abuela, su tabla de surf se parte al medio durante una maniobra en la que casi se ahoga, más tarde le roban la bicicleta que dejó en la calle sin candado mientras cogía con un amigo.

Se enamora de él LADELOSRULOSCOLORADOS, que sin demasiadas chances intenta conquistarlo. Ella se levantaba todas las mañanas a las cinco para ir a trabajar a la fábrica del puerto como filetera, hasta que enfermó: “Al principio no quería usar el barbijo, pero la obligaron cuando su tos se volvió constante. Debajo del delantal blanco se abrigaba amontonando poleras de todos los colores; sin embargo, el frío le penetró los pulmones”.

El hilo conductor hace honor al título: las pijas son catalogadas a lo largo de toda la novela desde una perspectiva marítima: plancton, cornalito, nudo marinero y marea roja, entre otras; y los capítulos lo refuerzan parodiando títulos de la literatura universal: “Don Pijote de la Mancha”, “En busca del miembro perdido” o “San Manoteador Gaviota”. Este último recurso es tal vez el menos logrado de la novela, por distanciarnos e interrumpir el sueño vívido en que nos sumerge por momentos MDP, una historia bien escrita, auténtica, contada con sensibilidad, donde coinciden y se enriquecen el erotismo y el dolor, el prosaísmo y la poesía.

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